Monday, December 13, 2010
Mi cumpleaños - 13 de Diciembre
Por primera vez en muchos años estoy contenta de que sea mi cumpleaños.
Hoy 13 de Diciembre, una fecha que siempre me ha parecido linda, porque nací exactamente a los 13 meses de que mis padres se casaran un 13 de Noviembre --y por eso el número 13 me encanta. Además de ser el 13 de San Antonio de Padua (el 13 de Junio)-- a quien mi abuela materna, Rafaela Macías Viuda de Ichaso, adoraba, y por eso todos sus nietos llevamos el nombre de 'Antonia' o 'Antonio' como parte de nuestro primer nombre. Y como mami se llamaba Antonia (y era su adorada hija más pequeña)--pues a mi me tocó bien cerca y me llamo María Antonia.
Les cuento todo esto porque los recuerdos se van acabando, y al morir los más 'mayores' (no me gusta decir 'viejos') ---las anécdotas y los lindos cuentos 'de familia' van desapareciendo, lo que es una lástima. Y más aún en la era digital donde el lenguaje se contrae en los secos y fríos 'text messages' (los detesto) --y son pocos los que saben apreciar las sutilezas de la conversación. Y si no dejamos por escrito esos detalles, la historia de la familia un día pasarían al olvido total. Y así es como nos convertimos en 'uni-familias', sin ton ni son, solitarias figuras que van por el mundo sin pasado y sin Historia, porque ellos mismos las desconocen. ¡Uff, qué horror!
Wednesday, December 8, 2010
Miami en Diciembre 2010
De nuevo estoy en Miami a donde he venido a Art Basel (maravilloso evento), a celebrar los 100 años de mi Tía Pura (la única hermana de mi madre que todavía vive) --y a estar con la familia. Y una vez más tengo que repetir que estoy en un lugar que me produce un sinfín de sentimientos encontrados y revueltos.
Quizás sea porque viviendo en New York tantos años, mi vida se siente más 'en orden' cuando transcurre en una ciudad, con calles, grandes avenidas, tiendas, 'delis' de coreanos, ventas de frutas callejeras, restaurantes, autobuses, taxis, aceras y barrios que son como nuestras mini-ciudades inmediatas donde tenemos el tintorero, el supermercado, la farmacia, la iglesias ¡y hasta el hospital que te toca! Una cálida e 'íntima' sensación de vida en medio de millones de personas y edificios gigantescos que desafían la gravedad y la imaginación.
En Miami todo es 'el carro' ---y manejar de un lado para otro incesantemente, lo que comprendo cansa mucho a la gente, y así -cuando llegan del trabajo en la tarde- los 'refugia' en sus casas y les quita el deseo de volver a salir y seguir viviendo. Entre los más jóvenes este no es el caso, no...pero sí lo es entre la gente casada y con hijos, y los más 'maduros' como los de mi generación. Y ese 'cansancio' -al menos a mí- se me pasa al alma y al deseo de hacer cosas. Me quita la energía. Me deja seca. Y es un estilo de vida ´laid back´ y supuestamente mucho más cómodo y lujoso (¡es un lujo tener espacio de sobra en las casas, igual que grandes armarios!) --pero que en realidad me agota, me pesa mucho en el alma --y es mucho más difícil de enfrentar que lo es vivir en una ciudad acelerada, agresiva y media loca como New York.
También ha cambiado mucho el ambiente de Miami, que ahora veo enrarecido, como creciendo sin orden, en mil direcciones --y donde los cubanos que acaban de llegar de la isla parecen haber tomado el mando del mundo cubano de Miami. Ya la ciudad no es aquel ´ghetto´ en que muchos vivimos con paz y trabajando como mulos, en aquellos primeros años de exilio. Pero es 'otro' Miami, híbrido en lo que respecta a la Cubanía, a veces chirriante bajo el sol, duro -y donde para vivir en paz y con felicidad la clave es hacerse de su propio grupo de familia y amigos --¡y olvidarse un poco de todo lo demás!
Aunque, eso sí, la belleza de los atardeceres y el mar azúl y cambiante mientras cruzamos los puentes de la bahía y el puente que va a Key Biscayne son puras imágenes del Paraíso --¡y quisiera empacarlas y llevármelas conmigo!
Sea como sea, regreso a NYC con un poco de tristeza o quizás deba llamarle melancolía, porque comprendo -en cada visita- que aquí nunca viviré mis años de retiro. Esta no es mi ciudad. Y a la vez regreso a casa con la alegría de haber compartido con la familia y con algunos amigos -los que, al fin y al cabo, son lo único que tenemos. Y en mi caso sé que de verdad me quieren y me aprecian.
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