Wednesday, January 28, 2009

Echo de menos la nieve y el frío


¿Por qué soy hija del maltrato? ¿Por qué no sé disfrutar la vida con menos melancolía y menos amor a lo difícil?

Echo de menos New York. Veo nevar y quiero estar allí. Veo caer en la helada escarcha sobre los rostros de los locutores de la TV -y deseo sentir esa frescura. Me dicen que el frío es espantoso - y no me atemorizo. Me comentan la suerte que tengo de estar en Miami cogiendo sol y un clima perfecto -y me da pena no estar en New York compartiendo suerte con los que se hielan. Echo de menos las durezas de mi ciudad, lo gris, lo que me impulso a moverme con más energía porque me cuesta más trabajos. Echo de menos esa cotidianidad, la que a veces es sin duda demasiado solitaria, casi sin amigos, con muy poca familia, muy envuelta en mi misma allá arriba en ese piso 20 en el medio de Manhattan --pero sin muchos sobresaltos y con una rutina que me place y me calma.

El año pasado fue igual cuando me quede en Miami 2 meses en esta misma epoca. Y este año es peor, porque veo que la ciudad con sus cielos azules, sus nubes preciosas y sus palmeras verdes bellas, me induce a tener menos disciplina. A ser más 'dejada'. A ser mucho más haragana. A querer leer y leer y leer -y no moverme de la cama. Ciudad ancha, extensa, más bien chata (excepto la línea mágica del downtown y sus puentes y rascacielos) que a todos sus habitantes los induce a comer comida cubana, con gula y total abandono, casi todos los días ---¡lo que en New York hago quizás 1 vez al mes! --y que si viviera aquí acabaría conmigo.

Hoy comí sushi ¡y me hizo tan feliz! Y me encantó verlo tan familiar y cortadito tan lindo en el plato. Es verdad que siento dejar a la familia, a los amigos, a la cubanía que llevamos adentro todos, pero ya New York me llama con demasiada intensidad.

Y como soy mujer que excusa siempre al amante difícil --pronto estaré allí.

Friday, January 23, 2009

Un gran llanto colectivo


Es muy curioso, pero 'siento' que en relación a Cuba, muchas cosas están cambiando. Y no me refiero a la situación política en la isla, ni la situación política internacional ---sino a algo mucho más sutil, más humano, provocado quizás por el paso del tiempo --y por una especie de enorme cansancio colectivo que nos hace perder el rencor --y comenzar a perdonar --y a entendernos mejor

Les comento esto porque en un intercambio de emails que de cuando en cuando mantengo con un conocido intelectual cubano residente en la isla, le hablé de la próxima película de mi hermano (Paraíso, de León Ichaso) y usé estas frases: "La pelicula es bellisima...muy humana...con una belleza visual impresionante...un Miami muy diferente....dá ganas de llorar porque es como un gran llanto colectivo...un gran por qué sin recriminaciones¨."

Y el señor -ya mayor, amigo de mi papá, quien por años se ha quedado allí en la isla, trabajando- me contestó al instante:

"No imaginan cuantas veces lloro esos mismos llantos...¡Cuánta solidaridad en el dolor! Nunca la Historiá pagará esta deuda con todos. Créanme que los de esta orilla, también inundamos ese río"

Y todo esto, que nos sale del alma, de un lado y de otro, es lo que me hace pensar que ya todo el mundo está cansado de odiar, de recriminar, de sentir rencor...y que 'los de allá' comprenden que NO HA HABIDO RAZON ALGUNA PARA QUE TODOS SUFRIERAMOS TANTO EN ESTOS 50 AÑOS!..y no había necesidad de destruir Cuba y causar miles de muertos para llegar a un punto cero en que nada se ha logrado, ni nada se ha resuelto. Y este hombre hasta habla de que 'la Historia nunca pagará esta deuda'....¿Será que al cumplirse estos 50 años de sufrimientos ya nadie quiere seguir 'presos' del mismo destino?

Yo misma -que tan estricta he sido siempre en todo lo que tenga que ver con las 2 Cubas- pienso que no me quedan más fuerzas....no me quedan más deseos de pelear y luchar. ¡Que estoy demasiado cansada de que Fidel Castro decida todo lo que pasa en mi vida desde hace 50 años! ..Y es posible que muchos de la otra orilla sientan lo mismo.

¿O soy demasiado 'naive' y debo mantener la guarda en alto?

Tuesday, January 20, 2009

Miami del Corazón



Estoy de nuevo en Miami pasando unas semanas. Y lo más interesante de esta estancia lejos de mi casa y de mi 'habitat' en New York es que aquí estoy emocionalmente habitando una mini-Cuba. Una mini-Habana que nadie tiene que ver 'físicamente' con La Habana, pero donde podemos imaginarla y sentirla. Un lugar donde paso a paso encuentro una sensación de 'familiaridad' que me agrada por ser muy cálida y amable.

Sigo prefiriendo vivir en New York, donde es imposible aburrirse y donde la ciudad me 'empuja' a hacer cosas y por osmosis me llena de energía y de deseos de conocer más y más --pero en Miami todo es más sencillo, más 'acaramelado' --y en las calles a veces me sorprende como de pronto se siente un divino olor a ajo y a mojo criollo que viene de un restaurante cubano, a veces del tamaño de un estrecho pasillo, el que se llena de gente tomando café y comiendo pan con lechón.

Igual que me encanta hablar en español tan pronto el avión aterriza en esta ciudad, donde no se me ocurre ni por un solo segundo hablar en inglés. Y volver a visitar los lugares donde vivimos cuando llegamos al exilio hace 40 y tantos años, como quien visita un pasado donde aprendimos a pasar trabajos, casi hasta hambre y a enfrentar tantas necesidades y tantos problemas que hoy en día nos parecerían imposibles de superar y tolerar....Igual que me gusta el observar con curiosidad y cariño a los 'personajes' cubanos que aquí habitan, especialmente los viejitos almidonados y planchados y con enorme dignidad, que me inspiran tanta ternura...Y otros cubanos que parecen ser caricaturas ambulantes 'de la cubanía', los que gesticulan mucho y hablan gritando, usando a veces esa bravuconería tan nuestra, pero siempre muy 'queridos' (como dicen los colombianos) --porque de alguna forma u otra son como posibles mil versiones de nosotros mismos.

También me gusta tener cerca a mis primos -especialmente a mi prima Purita, la matriarca de la familia- y los hijos de mis primos, y a los nietos de mis primos. Una nueva generación nacida aquí, muy bella, muy llena de juventud, pero que desafortunadamente a veces se 'pierde' el conocer la magia de lo que es ser 'cubanos'. Y me encanta tener cerca a mis buenas amigas de toda la vida. Con las que compartía tantos sueños de niña y de jovencita --¡incluso cosas locas como casarnos un día con el Príncipe Azul o al menos con un Lord Inglés al estilo de las novelas de Corín Tellado! - y con las que he compartido tantos momentos importantes de mi vida.

Y me encanta poder ir a ver a mi tía Pura, la única hermana de mami que vive, con sus 98 años y el cutis maravilloso, de una mujer de 30. Sí....Miami es muy dulce en todos estos sentidos. Y en mi universo de mujer curiosa que adora los símbolos, nada tiene que ver con la ciudad bellísima y trendy que se alza junto al mar.

Saturday, January 10, 2009

El placer de estar en casa







Ayer le comenté a mi amigo Mariano por email que estaba a punto irme a Miami ¡por un mes! --y que de pronto me sentía un poco temerosa de dejar mi apartamento, mi ciudad, mi 'cuevita' --y sin muchos deseos de ir. Y su respuesta -dicha sin el menor deseo de 'ofender'- me dejó un poco sorprendida: "sí", me escribió "esas son cosas de la vejez. de cuando nos hacemos mayores".

¿Vejez?...¿Mayores?...

Ahora me da risa lo sucedido, pero en el momento que leí su email me sentí rarísima. No me sentí ofendida, sino sorprendida, porque jamás hubiera atribuído mis miedos a dejar mi casa ¡a mi acumulación de cumpleaños! ¿Vejez yo? ¡Qué locura! Tendré otros síntomas físicos de mi 'madurez', como comienzos de artritis, el que cada día veo peor de cerca y de lejos, que me duele la espalda, etc, etc...pero nunca cosas relacionadas a mi carácter, el que siempre he considerado muy joven y moderno.

¡Pero quizás Mariano tenga razón! Cada día me gusta más mi casa --y no deseo salir mucho de ella. Me encanta mi apartamento neoyorquino, donde he vivido 30 años, el que me se de memoria hasta con las luces apagadas, y donde viven junto a mi los recuerdos de toda mi vida.

Las fotos de Cuba, los libros, los cuadros, los adornos, los portarretratos, los albumes de recuerdos, mi ropa, mi computadora, mis cámaras, mis vajillas, mi colección de botellas de perfume antiguas -además de los rincones donde por años han estado ocurrieron los cumpleaños, las Nochebuenas, las reuniones familiares --y mis cientos de 'tarecos'...¡toda mi existencia en este planeta! Y de cierta forma mi cotidianidad y ese semi-caos de objetos (soy amante de tener muchas cosas a mi alrededor y rodearme de símbolos y cosas que me dan placer) me hace sentir protegida, arropada --¡a salvo!

Desde que murió mami -hace 1 año, después de vivir a 1 manzana de mi casa por 30 años- siento todavía más esa necesidad de estar en mi casa. Y no solo estar en mi casa, sino estar 'sola' en mi casa, lo que es aún mejor. De refugiarme con la TV ,con las peliculas en videos, con mis libros y con mi computadora, donde trabajo lo que parece a veces ¡sin cesar! --escribiendo mis artículos, mi blog...Escribiendo y escribiendo...algo que me ayuda, me gusta, me acompaña....Y así me paso horas en mi casa...interrumpidas por una caminata diaria a Rockefeller Center (20 manzanas , 10 de ida y 10 de vuelta)...y por llamadas telefónicas de negocios ---y también a mi hermano León, a mi hija, a Mariano, a algunas amistades...y punto. Y así día tras día, rota la rutina por un viaje de vez en cuando, pero nunca más de 10 días fuera...¡y de regreso a mi palomar de cristal, en ese piso 20 que me hace sentir muy lejos del pie de calle y de la realidad!

Una reciente estadística precisamente dice que en New York 1 de cada 2 viviendas las ocupan 'personas solas' --¡de las que más de un 90% no padecen de depresión, ni de una sola gota de soledad, ni tristeza! ¡Solos y con vidas felices! Somos la ciudad donde los que estamos sin pareja --¡nos sentimos menos solos que en ningun otro lugar de la Tierra! ¿No les parece esto muy interesante? Y es verdad, porque soy ejemplo de ello.

Y quizás por eso ahora comprendo a mi madre cuando me decía que cada día le gustaba menos salir de su casa. Y cuando se le hablaba de hacer un viaje me decía "¡A mi de aqui no me saca nadie!" o "Qué se me ha perdido a mi allí?". Yo espero ser menos 'radical' pues cuando salgo o viajo --siempre la paso muy bien y me encanta aprender cosas nuevas a cada momento.

Pero es 'el arranque' el que se me hace difícil --cada día más difícil. Es que quizás me pregunte..."¿Y qué se me ha perdido a mi fuera de mi casa con lo bien que la paso aquí?"

Thursday, January 8, 2009

Havana



Living in Havana since birth had made me too familiar with its beauty.

I took for granted its magnificent architecture, its ornate centuries old palaces, the magnificent churches and colonial buildings, the beautiful boulevards and its old fashioned sidewalk cafes, the salty mist of the Caribbean, as it furiously blasted against the old walls, the wide arcades filled with the most amusing street vendors, the intoxicating smells of Jasmine and Ylang-Ylang, its History, its charm, its never ending rhythm....

Havana was ‘my city’ and --like most of us ‘habaneros’-- I felt I owned it a

The city was a fascinating mix of our deeply rooted European influence, which was ‘alive’ in every turn of the winding streets of Old Havana, infused with a wonderful feeling of tradition and hard work --hand in hand with the modern city that grew next to the water, happy, tall, bright, sensual and filled with the unmistakable images of a tropical vibrant metropolis.

Havana was my mother’s ‘territory’ and she showed me every corner and everyone of its magic sites. Never a person to enjoy ‘the country’, she always was the consumate ‘city-girl’ and instilled in me an endless love for sophisticated big cities, always ready to be discovered.

The rest of Cuba and its landscapes were my father’s obsession. ‘His’ is the memory of the Sunday outings he insisted on taking us on when we were growing up, many of which I detested, since I would get violently car-sick, and my mother obviously disliked them as much as I did. Somehow, with the typical insolence of the very young, I was jaded and bored by so much "tropic", so much "greenery" and so "many stunning-white-sand-like-sugar beaches".

No, Cuba was not important to me when I was an adolescent ---because Paris was the city of my dreams! I dreamed of living in Paris --and had memorized the entire Michelin Guide, knowing by heart every corner of the Louvre Museum, and the location of the Nike of Samothrace ---and that of the Venus of Milo, at the end of a narrow corridor. Cuba did not interested me that much, because -I then believed- it had no mystery to offer me.

For a teenager raised on dreams for a scintillating future, fascinated by American movies and rock&roll, there was nothing exciting about the sensual swaying of old cobblestone streets, or the grayish baroque façades of Old Havana. A million of my steps were all over my city. I had walked it many times and knew by heart its twists and turns. And although it was my warm and familial coccoon, I had always wanted to fly away to the ‘allure’ of the foreign.

After all, I lived there, I was born and raised there; and beyond the travels and the adventures --whenever I returned from the exotic jaunts of my dreams-- Havana would be there. Undisturbed, filled with warmth --always welcoming. And I would live there forever! Hence, what was there to dream about?

Little did I know.

Tuesday, January 6, 2009

Mi vecino Emilio




Mi imaginación siempre ha sido una aliada perfecta, aunque a veces traicionera. Y por ella, a los 14 años de edad (como ilustra la foto de este post) me enamoré perdidamente de un vecino mío que me doblaba la edad.

Amor platónico por supuesto, a base de miradas y gestos, los que siempre me han parecido más eróticos que los amores de verdad, pues encierran una divina carga de imaginación y de voluptuosidad que la realidad raramente alcanza.

Emilio y yo nos mirábamos todos los días de lunes a viernes cuando yo esperaba el ómnibus del colegio Ursulinas. Nos acabábamos de mudar de nuestra casa de Miramar al Vedado y yo me paraba por las mañanas frente a la entrada del edificio, muy mona, con mi uniforme planchado y limpio, mi cola de caballo y mis libros ‘en la mano’ (ya que a esa edad nadie llevaba una infantil maleta) –y a los pocos minutos Emilio, alto, con pelo oscuro, vestido siempre de traje y una cara cuadrada muy sexy (me encantan los hombres con la quijada fuerte) salía de su casa, sacaba su Chevrolet azul de 2 tonos del garage, daba marcha atrás, hacía un corte en la mitad de la calle - y antes de seguir camino viraba la cara hacia la entrada de mi edificio ¡y me miraba fijamente por unos segundos!

Y aunque llevaba gafas de sol, era obvio que era una mirada interesadísima, profunda, lenta, que me dejaba soñando al instante con él -¡hasta que horas más tarde, después del almuerzo –yo esperaba de nuevo la guagua del colegio en el mismo lugar y Emilio regresaba a su trabajo, sacando el auto, enfilando la calle -¡y la mirada de nuevo me dejaba temblando de emoción!

Y no crean que era una mirada sin importancia, o exagerada por mí en mi imaginación de adolescente enamorada del amor, sino una mirada ¡larguísima! en que debe haber puesto en ese momento los frenos del auto para poder mantenerla tanto tiempo.

De ventanilla a puerta de edificio…Unos 15 pies de distancia…Cara a cara…El con gafas, yo sin ellas…¡Un momento que todavía me eriza cuando lo recuerdo!

Como era algo que me emocionaba tanto, provocando que jamás faltara al colegio y que en los fines de semana contara las horas para que llegara el lunes por la mañana -¡y mis encuentros con Emilio! –le conté mi aventura a mis vecinas Isabel y Magaly Campins, desde cuyo balcón en el cuarto piso había una vista fabulosa de la casa de Emilio y donde nos pasábamos largas horas mirándola, chequeando cuál era su cuarto (¡frente por frente a nuestro balcón!) y averiguando todo sobre su vida, incluyendo su nombre, el que sacamos de la Guía Social porque el apellido de la familia lo averiguamos a través del encargado del edificio. Aquel era como un ‘balcón indiscreto’ desde donde nos divertíamos muchísimo -y aunque Magaly iba a la universidad y no tenía mucho tiempo –Isabel no trabajaba y la vigilancia de la casa de Emilio y las idas y venidas de él y de sus padres (a quienes Magaly los ‘bautizó’ como Suegrito y Suegrita) se hizo parte de su rutina, y pasaba largas horas en su puesto de observación.

“Suegrito llegó con Suegrita y Emilio conversó con ellos en el portal”…”Emilio salió en la noche y llevaba un traje nuevo”…”Suegrita llegó en un taxi, con una muchacha rubia y cargada de paquetes”…Los “partes” eran diarios, complementando mis encuentros (dos veces al día, 10 veces a la semana) con los ojos de Emilio. Por lo que pronto decidí que aquello tenía que avanzar un nuevo escalón. ¡Y asi fue que comencé a escribirle cartas diarias al misterioso Emilio, el que ‘con ojos acerados y expresión enigmática’ era un hombre salido de las novelas de Corín Tellado!

No, no eran cartas de amor, ni nada por el estilo. ¡Por Dios, qué ridículo hubiera sido eso!...Eran cartas divertidas, muy simpáticas, de muchacha un tanto irreverente aunque sofisticada, en que le contaba cosas que me sucedían, gente que conocía, le comentaba libros, películas -y sólo una vez le dije que yo era una persona que sabía todo sobre su vida -y nada más. ¡Emilio era mi nueva audiencia, sustituyendo a las niñas cautivas del ómnibus de Bartolo y Cuca que nos llevaba a las Dominicas Americanas y a quien yo les hacía grandes cuentos!

Recuerdo que en el F.W.Woolworth de la calle 23 compré un papel de cartas americano de la marca Crane que era un ‘block’ de papeles en colores pasteles y sobres a juego -y día a día le enviaba una carta rosada, una azúl cielo, una amarilla, una verdecita, etc, etc. Y como el cartero entregaba la correspondencia a la hora del almuerzo, yo muchas veces lo veía desde el balcón de las Campins, sentado en su portal muy cómodo ¡y leyendo mis cartas, las que reconocía por el papel rosado o azul en el que las escribía!

Magaly e Isabel estaban disfrutando muchísimo mi romance imaginario y me ‘aupaban’ para que me atreviera a más y más, lo que me hace gracia porque hay que pensar que eran dos mujeres hechas y derechas ¡y yo era apenas una chiquilla de 14 años! Pero así y todo las tres comentábamos diariamente el progreso del ‘romance’ -y planeábamos los nuevos pasos a seguir en mi conquista de Emilio. Fue así que se decidió reclutar a mami en el plan y después de encontrar –en la guía telefónica- el teléfono de la familia -¡mami, a quien toda la historia le hacía mucha gracia, lo llamó por teléfono una tarde!

Una idea fatal. Porque aunque mami le dijo que ella era la que le escribía las cartas, las que él admitió le “entretenían mucho”, Emilio no hizo ningún esfuerzo por hablar un poco más o tratar de conocerme. Mami –ante la pasividad que encontró- le preguntó si quería que le siguiera escribiendo, a lo que él dijo que “si”. Pero cuando mami se despidió, él lo hizo sin comentar nada simpático y con un “adiós” sin pena ni gloria. ¡La cara de mami cuando colgó el teléfono era ‘un poema’ y a mi se me cayó el alma a los pies!

“No me gusta la voz que tiene”- me dijo un poco alicaída al colgar- “Es como un poco de pito…Suena un poco bobo…”

“¿Y no te dijo que me quería conocer?”- pregunté muy decepcionada

“No, nada de eso…Mira Mari, mejor es que te olvides de esto …y no le escribas más”

Piensen que yo tenía 14 años y mi madre me trataba como a una adulta, sin regañarme para nada ante la absoluta locura que estaba ocurriendo. Así fue siempre conmigo y por eso nunca la engañé, ni le hice pasar grandes dolores de cabeza en la vida. Y es que cuando le había contado todo lo de Emilio, las miradas, las cartas, etc. le pareció muy simpático -y cuando lo fue a llamar hasta me dijo “Si te invita a salir, ya te veo entrar con tu nuevo vestido de raso azúl en una gran fiesta”...¡Una demencia total!...¿verdad que si?....Pero algo que yo encontraba muy natural, pues mi madre siempre fue -dentro de una crianza muy conservadora- una mujer muy moderna en su forma de darme libertad y confianza -y nunca me decía “no hagas esto”, o “no hagas aquello”, excepto montar a a caballo y cuidarme los dientes cuando patinaba porque “ya son tuyos”.

Con la “Operación Emilio” muy desinflada y necesitando una medida drástica, Isabel y Magaly se pusieron a pensar cuál sería la mejor manera de conocerlo con naturalidad y sin que sospechara que yo era “la de las cartas”. Y decidimos que como Suegrita se arreglaba las uñas en la peluquería del barrio –la cual también podíamos espiar desde el ‘balcón indiscreto’- yo debía de coincidir con ella en la peluquería y sacarle conversación. ¡Y así lo hice!

Un sábado al mediodía Isabel dio la voz de alarma “¡Acaba en entrar en la peluquería!” y yo corrí a ella, sentándome en la mesa de la manicurista que estaba al lado de Suegrita. Y tal como lo planeamos, entablé conversación con ella y le celebré unos palitos chinos que llevaba en el pelo, con el que aseguraba el moño que siempre usaba –y pronto estábamos conversando como íntimas amigas. Cuando le dije el apellido de mi familia se sonrió y me dijo que su marido leía los artículos de mi Tio Paco en el Diario de la Marina y cuando terminamos de hacernos las uñas de pronto me dijo que la acompañara a su casa, que me iba a regalar un par de los palitos que usaba en el pelo, pues tenía muchos de ellos. ¡Yo me quedé en una pieza y no podía creer lo que escuchaba! Y así fue que caminamos juntas a la casa (¡bajo las miradas asombradas de Magaly e Isabel que estaban practicamente cayéndose del balcón!) -y pronto me vi entrando por la misma puerta por donde salía Emilio todas las mañanas -¡el que además me encontré en carne y hueso sentado en el portal junto a su padre leyendo el periódico!

En ese mismo momento en mi casa, Sabina nuestra cocinera (quien también sabía lo del romance platónico y estaba más brava conmigo que mami) mientras limpiaba las persianas miró a la casa de Emilio -¡y dio un grito cuando me vio sentada en un sillón de mimbre junto a toda la familia!

“Señora Antonia…¡la niña está en casa de Emilio!...Corra…¡venga a ver esto!”

Mami siempre me decía que años después recordaba aquella visión, en que no podía creer sus ojos. Lo mismo que Magaly e Isabel. Pero yo -enfrentada a la realidad- me sentía fatal.

¡Que tristeza!....¡Qué anticlimax más terrible!...Es que Emilio tenía una voz atiplada, finita, horrorosa ¡y además era muy afeminado! ¡Todo lo contrario a la imagen viril, de quijada cuadrada y barba cerrada que proyectaba! Y cuando me ví sentada en aquel portal, Suegrita contándoles que era sobrina de Paco Ichaso, etc, etc. y empeñada en que me quedara a almorzar con ellos, me quería morir porque comprendí que el gran romance platónico había terminado. ¡Y mi vida cotidiana había perdido una gran ilusión! Una infatuación imaginaria que me había mantenido divertida -y locamente enamorada del amor- por casi un año –y en cuestión de segundos había terminado.

Lo peor fue contarle la verdad a Isabel y a Magaly, que sufrieron una gran desilusión. Porque en el caso de mami, después ella misma me confesó que cuando lo había llamado le había parecido muy extraño, con una voz muy poco masculina, pero que no me lo había querido decir para no desilusionarme. A los pocos meses, terminada ya la vigilancia colectiva -y aburridísima mientras esperaba la guagua del colegio -¡pues ahora Emilio siempre me saludaba con la mano al pasar, lo que ya no me importaba para nada y casi me molestaba!- lo ví salir una noche con un amigo que lo vino a buscar -¡y era obvio que nuestras sospechas eran ciertas porque el altísimo y muy guapo chico era obviamente ‘gay’!

Una sola pregunta quedó sin contestar: ¿Se habrá enterado alguna vez que yo era la autora de las cartas? No sé. Pero el mismo día que lo conocí la correspondencia terminó para siempre -y boté a la basura los papeles pasteles verde claros que me quedaban sin usar en el “block” de Crane’s.

Años más tarde –ya en el exilio- me contaron que Emilio había salido del “closet” y vivía felizmente –¡no lejos de mí!- en la ciudad de Nueva York.

Friday, January 2, 2009

Marcadas por el recuerdo --¿hasta cuándo?


Cuba. Siempre Cuba. Y en estos días del llamado '50 Aniversario' aún más.

Hoy estaba viendo la TV de España y de pronto me doy cuenta que están dando -en directo- el discurso (dicho con una voz y entonación de locutor cursi de los años 50) de Raúl Castro en Santiago de Cuba. Y le juro que me dieron ganas de vomitar.

Y no fue por Raúl Castro en sí, quien para los cubanos nunca ha 'significado' nada especial, ni para bien, ni para mal, considerándolo siempre un personaje siniestro pero de un segundo plano. Sino por el hecho de que la locutora lo llamaba ¨ël Presidente de Cuba¨ --y porque el discurso se me clavó como un 'dejá vu' demasiado doloroso y cansado. Un discurso ridículo, antiguo, repetitivo, absurdo...

¡Dios mío, qué pena me dan los que viven en la isla y cómo 3 generaciones de cubanos han visto sus vidas frustrarse, sin poder protestar ni decir lo que quieren! ¡Qué crueldad todo lo sucedido!

¿Y cómo es posible que el mundo haya visto 50 años de esto --50 años de esta decadencia sin ton ni son- y no se den cuenta de que es inaceptable en un mundo moderno? ¿Una dinastía de hermano a hermano, pasándose un país de mano en mano?

Cuando terminó el discurso, el que oí con verdadera molestia, exactamente como me ocurría cuando en Cuba hablaba Fidel horas y horas --y a mi y a mi madre se nos 'reventaba' el hígado de oir tantas mentiras, las que mezcladas con semi-verdades, eran todavía más cínicas y causaban aún más impotencia --me di cuenta que estoy tan enormemente cansada -tan enormemente agotada- de sufrir por Cuba. De llorar por Cuba. De pelear por Cuba. De trabajar por Cuba. De sacrificarme por Cuba. De que me den rabietas por Cuba. De insultar y que me insulten por Cuba. De darle tanto a Cuba.

¿Será posible que mi vida pueda ser diferente este año?...¿Podrán estos 50 años tan marcados por Cuba, comenzar un momento en que puedo ver a Cuba bajo otro prisma? ¿Con más calma y distancia?...¿O todo quedará igual?

Recuerdo perfectamente el 1 de Enero de 1959. Y todo lo que pasó. Lo recuerdo segundo a segundo. Sobresalto a sobresalto. Pregunta a pregunta. Miedo a miedo. Era muy jovencita, pero aquello nos maduró a todos al instante --y en vez de 13 tenìamos 23...Y en vez de 10 teníamos 20...Y todo ocurrió rapidísimo, de una noche a la otra, como una cámara en triple velocidad...Fue una marca indeleble. Como el hierro caliente con que queman la piel a los toros. Y hasta el día de hoy -tal como expresa mi nuevo cuadro de Ariel Tejera- la vida de los cubanos es un 'One Way' al recuerdo, a la nostalgia, a esa isla que cada día se nos desbarata y se nos aleja más --pero aún así sigue viva. Aunque protestemos a veces y quisiéramos aminorar su recuerdo.

Cuba, la que desde los satélites podemos verla rara en medio del mar, como un impresionante caimán casi humano. ¡Como una tierra/animal que está viva, que se retuerce y se mueve! Con esa forma salvaje y surrealista --¡diferente a otras islas del mundo!

Isla que vive quemada a fondo en cada pedacito de mi piel.

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Nota: Esta imagen de Cuba desde un satélite es impresionante:
http://www.netssa.com/cuba_satelite.html