Monday, July 6, 2009

Mi tio Paco Ichaso - Reflexiones desde la cárcel






















Mi tio Francisco Ichaso -hermano mayor de mi madre, a quien todos llamaban Paco- fue uno de los intelectuales más importantes de la Cuba republicana, abogado, periodista, ensayista, crítico de cine, teatro y baile --además de uno de los fundadores del Partido ABC contra Machado, Jefe de la Plana Política del Noticiero de la CMQ, fundador de programas de radio culturales como la pionera "Universidad del Aire" ---y uno de los muchos cubanos ilustres que escribieron la avanzada Constitucion Cubana de 1940.

Fue uno de mis 'mentores, mi Tito Paco querido --y una persona que recuerdo con un carácter llano, abierto, muy cubano, amante de su patria --y jamás pedante o 'intelectual de Torre de Marfíl'. Alguien brillante, pero con el espíritu sereno, muy claro, nada vengativo, y que disfrutaba por igual un juego de béisbol (¡y más aún si ganaba el Almendares!), que una buena película, un libro de filosofía --o una simple conversación con sus hermanas o sobrinos. Alguien que me marcó cuando era muy jovencita, sin tratarme jamás como 'una niña', sino como una adulta con pensamientos propios -- y a quien recordaré toda mi vida.

Cuando comenzó la Revolución Cubana un enemigo personal llamado Pedro Rivero -irónicamente un miembro de la familia Rivero, del Diario de la Marina, donde tanto mi tío Paco como mi abuelo León Ichaso trabajaron como periodistas por años --lo acusó falsamente de colaborar con el régimen de Batista ---y por esa venganza personal sin fundamento mi tio pasó largos meses en la cárcel, en el siniestro Castillo de El Príncipe, en condiciones terribles y sujeto a todo tipo de vejaciones. Después de 1 año de dormir en el suelo y no tener sus medicinas para la presión y la diabetes - le dio un ataque al corazón y fue liberado -aunque nunca se le hizo juicio, ni se le acusó formalmente de nada, lo que era muy común en aquellos primeros años de la Revolución Cubana.

En 1960 se fue al exilio en México, donde murió en 1962 con apenas 60 años en medio de la Crisis de Octubre, cuando tuvo una subida de azúcar emocional que le costó la vida, minutos después de haber escrito su artículo diario para el "Excelsior" de México. Su esquela y su artículo -sobre Cuba y la Crisis de los Cohetes- salieron publicados al día siguiente, uno al lado del otro.

Ahora hemos descubierto unos papeles con unos escritos que hizo a mano en la cárcel, los que estoy transcribiendo poco a poco -y los que por su humanidad y profunda reflexión, tengo el orgullo de ofrecerles los primeros párrafos. En los próximos meses planeo hacer un video y una presentación que honre su memoria en la Universidad de Miami.


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Francisco Ichaso desde el Castillo del Príncipe

Si esta cárcel no fuese cárcel, sería un mirador ideal o un excelente sanatorio.

La colonia hacía sus fortalezas desde lo más empinado de la ciudad. La autoridad militar realizaba así su doble función de vigilancia y dominio.

Todo viejo castillo lleva en sí una cárcel. Confina, regimenta, somete y en su perímetro se ahoga la libertad.

El Castillo del Príncipe, con su foso, con sus puentes, con sus columnas, con sus gruesos muros, ha sido deliberadamente mistificado para cambiar la vida castrense en interacción
Civil. Los presos viven en el una existencia irónica, contemplando desde las azoteas el paisaje de la ciudad que se extiende a su alrededor en dilatadas perspectivas.

Estos raticos al sol parecen premios, pero en verdad arrecian por contraste el castigo. Hacen sentir en forma denigrante el dolor de la libertad impedida. Y el fresco de la mañana lo respiras a grandes bocanadas, en la nostalgia de la vida abierta a los presos. Allí abajo está la libertad, allí abajo circulan los automóviles, nos reclaman con sus bocinas y los hombres van y vienen sin preocupación aparente y mientras tanto aquí estamos los otros, en espera en la colina.

La vida encarcelada se asoma a la vida libre. La toca con la mano y parece zambullir la cabeza en ella. Es el suplicio de Tántalo revivido cada día

(Nota de Mari: La frase “el suplicio de Tántalo” se cita para demostrar la imposibilidad de lograr aquello que, aparentemente, está al alcance de la mano.)

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Dos rejas de gruesas barras te guardan la entrada. Se piensa que bastarán -pero hay que duplicar no tanto las preconcebidas, como la sensación de encierro….Pero antes de duplicarlas hay que asegurar el amargo encierro. Del lado de allá esta la libertad, dos veces ahogada, enrejada mil veces. Del lado de acá del umbral pende el hombre --lo fue al entrar y tenía un nombre – y ahora, tras él, un chirriar de cerrojos antiguos subraya musicalmente el silencio.

Sorprende que el tránsito sea tan súbito. Hemos de encontrar una respuesta menos distante, un lugar donde el desprecio no cuente –igual que el vejarnos sin ensañarse. Este carcelero es ya un poco viejo. Un buen hombre. Tiene una familia, unos hijos, tal vez unos nietos. Se siente feliz en su casa, conversa, ríe, escucha la radio, bebe en la taberna, duerme tranquilo y hasta bien, se preocupa de su rebaño. Pero aquí junto a la reja tiene un oficio, el de dividir dos mundos, el de la libertad y el de la insolencia. Y esa persona frunce el ceño, pone la cara adusta -y le hace perder la sonrisa. Todo cambia y para él solo existe una palabra: obediencia. Lo demás lo reserva avaramente para sus horas libres. Pero así él es también un preso a su manera, un preso que se despierta haciéndonos sufrir a los demás --- que no son mas presos que él.

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