Tuesday, September 30, 2008

Louise y mis objetos de deseo



























¡Ya tengo una buena excusa para seguir coleccionando y adorando los objetos que me rodean!

El domingo fui con mi amigo Mariano Ros al Museo Guggenheim --y pude ver la exposición retrospectiva de la obra de Louise Bourgeois. Y fue una maravillosa revelación.
Era el último día del show --y la verdad es que como realmente no tenía idea quién era la artista (aunque considero que conozco bastante de arte) no había puesto mucho interés en ir a verla. Pero los entusiastas comentarios de Mariano me empujaron a pasar un domingo 'exquisito', el que comenzó almorzando én el Café Sabarsky en el Neue Gallery de arte austríaco en la Quinta Avenida y la calle 86 --y caminando después al Guggenheim --y enfrentarme con la obra de Louise Bourgeois. (Por cierto, en el Neue está el cuadro del retrato de Adele Bloch-Bauer de Klimt que el año pasdo se vendió por 135 millones de dólares)

Y para empezar, el Café Sabarsky -especialmente con un día de sol y el Parque Central de New Yoek del otro lado de la ventana- es un pedacito de Viena a comienzos del siglo XX con un ambiente delicioso, civilizado, muebles (¡y hasta telas!) con estampados estilo 'Secession', todo muy elegante, maderas caoba con bandejas de plata, una luz dorada, la fragancia intoxicante del café vienés con la crema batida y los 'sacher torte' del más puro chocolate...¡Un encanto que debe ser congelado en el tiempo y la memoria! Y una comida alemana-austríaca de salchichas con mostaza dulce, y goulash y ensalada de patatas --¡divina!

Fue el comienzo ideal para lo que seria un día de sibaritismos físicos y espirituales. Algo como solo se disfruta en Europa ---y en New York.

Tres calles más arriba en la Quinta Avenida -despues del almuerzo encantador- nos esperaba Louise ¡y mi encuentro con ella no pude ser más increíble! La arquitectura del museo, con sus rampas ascendentes y descendentes, que nos muestran una a una las obras a un ritmo perfecto, es la perfecta para ir conociendo su obra, especialmente su colección de ´celdas´ donde los objetos de su obsesión -¡incluyendo ropa y antiguas de botellas de perfume!- me fascinaron. Un arte introspectivo, muy personal, muy nostálgico, pero para mi una visión muy clara de la vida.

Sesenta años -Louise tiene 96 y vive y trabaja en New York- de una obra que incluye pintura, escultura y las instalaciones más originales y profundas que he visto. Momentos y visiones que me produjeron deseos de correr a mi casa y comenzar a hacer mis propias instalaciones, colocando las botellas de perfume 'antiques' que colecciono hace tantos años sobre espejos o platos, o dentro de cajas de madera, o de pajareras antiguas, como una vez le vi hacer a Jesse Fernández cuando hacía sus cajas a lo Cornell.
¡No sé! Fue una revolución lo que ocurrió en mi espíritu, como solo ocurre ante la presencia del arte más puro, que de verdad nos toca y se cuela en nosotros. No ese arte estúpido que a veces miramos -¡y hasta celebramos!- y no causa la menor emoción. Esto es fuerte, fuerte...¡maravilloso!

Solo puedo decirles que Louise me inspiró como si de pronto viviera en mí una 'clone' suya. Y comprendí que estaba ante la obra de una artista genial. en que lo fragil va mano a mano con lo duro. Lo espiritual y efímero con lo tangible. ¡Qué pena que fui a ver su exposición el último día y ahora no puedo recomendarla a mis amigos! Pero al menos les insto a que conozcan más de esta francesa fuerte, quien sigue teniendo una voz fuerte y clara, en todos los sentidos.