Sunday, November 16, 2008

Paris y yo





Desde que tenía como 12 años la palabra "Paris" era en mi vida como una especie de AbraCadaBra. Y la entrada a un imaginario Paraíso.

Y cuando mi tía Mary hablaba de su último viaje a Paris con mi tío Paco Ichaso, lo que hacían al menos una vez al año -- ¡una rara sensación de libertad, de nuevos horizontes y de luminosa belleza me invadía! --haciendo que prestara atención a cada una de sus palabras con verdadera devoción.
Paris....Paris....Era una palabra mágica -dorada, efervescente, exacta a las burbujas del champan- que me hacía soñar con un lugar vasto, que llegaba al cielo -y 'tenía' que conocer algún día.
Veía fotos y películas que allí se desarrollaban --y les juro que me 'dolía' no conocerla en persona, aunque me había memorizado la Guía Michelin de Paris y hasta me conocía al dedillo cada piso y cada rincón del Museo del Louvre, incluyendo las escaleras donde me esperaba gloriosa la divina Victoria de Samotracia. A los 11 o 12 años en Cuba era muy raro -y casi absurdo- encontrar una niña rubia, flaca y pensativa con la cabeza hundida en las páginas de la famosa guía turística que me había regalado mi tía Fela en unas Navidades (¡uno de los regalos más fabulosos que he recibido en mi vida!). Pero así pasaba yo horas y horas de absoluto placer, imaginándome las caminatas que un día iba a hacer por aquellas avenidas, el homenaje que rendiría a mi amado Napoleón en los Inválidos (la novela Desirée de Annemarie Selinko me tenía enloquecida en aquellos días) ---y planeando las visitas a los grandes bulevares, a los muchos museos, a los pintorescos cafecitos de St. Germain des Près...¡Qué placer era tan solo pensar en aquel viaje soñado! Y cuando en La Habana llovía y la ciudad se ponía gris ¡me encantaba que el sol nos abandonara momentáneamente y las calles, con aquellos viejos edificios 'beaux arts', se volvieran al menos por unas horas un poco 'parisinas'!

Cuando llegó la Revolución Cubana el 1 de Enero de 1959 con todos sus terremotos y espantosos (y dolorosos) descalabros, mi viaje a Paris (que iba a ser un regalo de mi tío Paco) cayó en el vacío y el olvido. Y no fue hasta 10 años más tarde, en 1969, ya exilada en New York -- donde trabajaba para una línea aérea en la 5a Avenida, lo que me daba viajes gratis y con grandes descuentos-que al fin pude conocer Paris acompañada de mi hermano León.

Aunque -sorprendentemente- no fue el Paris que tanto había imaginado.

Fue un viaje de una semana absolutamente anticlimático --porque la ciudad me pareció antipática, muy 'en pose' ---y los franceses todos falsos y superficiales, además de desagradables. ¡Qué horror! Mi hermano y yo estábamos molestísimos, casi 'bravos', a pesar que hicimos todo lo que un turista debe hacer y nos quedamos en el minúsculo Hotel du Seine, en el Rive Gauche, en el corazón de St. Germain ¡a solo pasos de donde Raymond, el hermano de Isadora Duncan tenía su estudio y a pocos metros del río Sena!

La última noche en Paris recuerdo que León y yo caminamos a la cercana Place St. Michel y con dos 'curitas' (¡no teníamos ni scotch tape!) pegamos en un poste un papel que decía "Les francais sont merde"...¿Se imaginan qué locura?....Pero es que la semana parisina no había sido nada agradable --y como éramos bastante pobres y había que vigilar el dinero, no podíamos aventurarnos a disfrutar el Paris elegante de la Place Vendôme y el Faubourg St. Honoré --e hicimos una vida 100% 'bohemia', desayunando, almorzando y comiendo en la barata (entonces) zona 'artística' de St. Germain y la Sorbonne, la que sin embargo era territorio de todos los 'artistes' y 'seudo-artistes' sentados en los cafés con sus pañuelos y bufandas atados al cuello, y aire aburrido y muy atormentado. ¡Qué pesados todos!...Y quizás por ellos y por la zona donde estábamos...mi Paris soñado había sido ---¡desastroso!
Pero el destino hizo que, muchos años más tarde -en 1982, después de muchas otras visitas con mi marido y con amigos, en las que Paris y los parisinos seguían sin gustarme ---¡al fin pude encontrar el Paris de mis sueños! --y desde entonces vivo enamorada (de nuevo) de aquella ciudad que de niña me fascinaba.
Ocurrió cuando fuí a Paris a trabajar para Vanidades --y una noche caminando a un cóctel de prensa en el Hotel de Crillon, en la llamada 'heure bleue' en que el cielo se vuelve azúl vitral, bellísimo, y con un poco de frío y una lluvia muy ligera -¡tuve una especie de revelación y 'sentí' el Paris aquel que me enloquecía! Existía en el aire una grandiosidad bellísima que aceleró mi corazón --y me emocionó profundamente ver la silueta de la Place de la Concorde y su Obelisco contra aquel cielo húmedo y mágico. Y como me estaba hospedando por primera vez en la zona de rue de Rivoli y la Place Vendôme- y era la Semana de la Moda, conocí desde adentro el Paris elegante, 'très chic', y muy exclusivo que nunca antes había podido disfrutar de primera mano. Fiestas en los grandes hoteles, una de ellas junto a la Princesa Carolina de Mónaco, presentaciones de perfumes en el bello Ledoyen en los Campos Elíseos, cócteles en el Cercle Interalieé, casi puerta con puerta con el Palacio del Elíseo, cenas en el Jules Verne, en L'Espadon del Ritz y en el Maxim's de entonces ---¡y de pronto un Paris extraordinario y mágico, lleno de historia y tradiciones exquisitas se desdobló con absoluta suntuosidad y elegancia, formando una mezcla perfecta con el Paris artístico y pintoresco, estilo 'cartel de turismo' de la Rive Gauche!

Y al menos para mí, conocer los dos Paris -el suntuoso y exquisito con el pintoresco y artístico- fue la clave para encontrar la esencia de la ciudad.

Y desde entonces siempre me hospedo en la orilla derecha - en el bello 1ère Arrondissment- a dos pasos del Ritz y de los Jardines de las Tullerías --y rodeada de lugares bellos, de moda, plenos de gran estilo, donde me siento llena de optimismo, de cosas divinas y rodeada de belleza. Es un Paris que encuentro mucho más genuino y grandioso que los cafecitos del Rive Gauche. A veces me hospedo en hoteles extraordinarios como Le Meurice, el Hyatt Vendôme o Le Crillon. Y cuando el presupuesto es menor, en otros más chicos y sencillos como el Duminy Vendôme o el mínimo Hotel de la Tamise. Pero, sea donde sea, la ciudad -en ambos lados del río Sena- ya es la mía.
La que siempre soñé e imaginé ---y en cada visita (este año fuí en Abril y en Junio) descubro algo nuevo y delicioso. Me he hecho adicta de las exposiciones del Grand Palais, donde este año vimos la de María Antonieta y fue realmente ¡maravillosa!....Camino sobre mis propios pasos...recorro mis enteriores recorridos....compruebo que todo está más o menos igual...que la ciudad realmente apenas cambia ....Recorro museos y mercados, tiendecitas de velas, de sedas o de trufas, leo placas que explican qué sucedió en aquellos edificios hace 2 o 3 siglos, le sigo los pasos a Proust igual que a María Antonieta --o a Yves Saint Laurent. Me tomo un chocolate en Angelina's. Compro 'macarons' en Ladurée. Disfruto un almuerzo delicioso y barato en la panadería Paul. Ceno delicioso en Bofinger's --o en el muy de moda Kong, con su techo de cristal donde el cielo cambia de colores a apenas pasos del Sena. Compro colonias baratas de limón y cosméticos Bourjois en el Monoprix. Y camino y camino y camino ---tan solo para ver de nuevo las mismas esquinas, los mismos letreros, los mismos detalles...
Y así me encanta comprender que realmente me siento en Paris como en 'mi casa' -- ¡tal como me ocurrió hace muchos años en medio del Trópico, en mi bella y siempre amada ciudad de La Habana, a miles de millas de distancia!