Sunday, August 17, 2008

El 94 que no ocurrió





Mi madre hubiera cumplido hoy 17 de Agosto del 2008 nada menos que 94 años. Pero exactamente hace 8 meses, el 17 de Diciembre del 2007, murió mientras dormía.

El año pasado habíamos celebrado sus 93 con un lindo almuerzo de familia en el Café Español de New Jersey, con croquetas, pollo a la Villeroy, besos, llamadas telefónicas a su hermana de 97 años en Miami --y aplausos de otros comensales a quien mi hermano anuncíó a voces cuando le trajeron un flan con una velita "Señores, estamos celebrando el 93 cumpleaños de esta señora". Ella estuvo muy contenta y sonriente -y muy linda, con su vestido azul y un sombrerito negro de verano que le quedaba tan bien. Yo pensé que quizás iba a ser el último cumpleaños, porque ella había sufrido un 'descenso' de salud en ese año, pero en ese momento borré esa realidad.

Todos me dicen siempre que fue una gran suerte que muriera dormida, en su casa -la llamada 'muerte de los ángeles'- y que viviera esos 93 años y 4 meses completamente lúcida y haciendo una vida normal.

Es verdad. Todo esto lo comprendo y lo agradezco a ese Dios a quien ella rezaba tanto por todos nosotros ---pero no es un gran consuelo. Porque lo que yo quería es que hubiera sido 'eterna'. Aunque eternos son sus recuerdos y su huella, quisiera que su cuerpo también hubiera sido eterno. Y poder agarrarle la mano mientras me sentaba a su lado a ver televisión en su casa. Una mano muy 'de ella', un poco artrítica, con sus uñas ovaladas -pero muy femenina, suave y siempre muy de 'mamá', respondiendo a mi cariño, ya sea apretando la mía -- o acariciándole el pelo a mi hermano, quien cuando llegaba de California la iba a ver inmediatamente y pasaba allí muchas tardes, acostado en la cama de ella, justo al lado de donde mami estaba siempre sentada en su butacón.

Armada con sus espejuelos, sus baticas de dormir, sus zapatillas azules muy suaves -y el control remoto en mano (le llamaba 'la paleta') ella y León (y a veces yo y Mariano o mi hija) miraban la TV --y ella criticaba mucho las 'anormalidades' y los súper mediocres programas de la TV latina en Estados Unidos, que le provocaban comentarios cómicos y hasta exagerados ¡y que al no hablar bien el inglés no le quedaba más remedio que ver! Un año antes de morir le puse la TV en cable que viene de España, donde veía La Ruleta de la Fortuna y siempre adivinaba las cosas, pero curiosamente (porque es hija de vascos) siempre me decía que "no soportaba el acento de esos gallegos". ¡Aquello me hacía mucha gracia y yo le decía "Pero si eres hija de españoles, cómo dices eso". Pero me decía en los españoles que vivían en Cuba eran "diferentes" y me decía que no tenía paciencia para ver los noticieros de España y veía los de Univisión, aunque le parecían muy pro-Fidel y faltos de libertad editorial! ¡Sin comentarios!

Tampoco soportaba el apoyo de España al gobierno de Cuba y encontraba los locutores "insoportables, además que nunca pronuncian los acentos", lo que pude comprobar muchas veces con sorpresa, porque los locutores españoles al leer el 'teleprompter' cometen muchísimos errores de pronunciación.
¡Qué simpáticos aquellos días que parecían tan aburridos y rutinarios! Era una rutina llena de cariño, sencilla, muy de todos-los-días y que ahora echamos mucho de menos.
Hoy mi hija, su esposo Steve, Mariano Ros y yo celebramos su cumpleaños yendo a la misma iglesia de St. Paul the Apostle donde íbamos con ella. Pero la misa nos parecío triste y aburrida. Faltaba el Coro Latino que siempre la anima con sus guitarras. Y salimos de allí un poco alicaídos, después de encender una vela a San Antonio, como le gustaba a ella.

Sin mami nada es igual. No hay duda. Algún día estas sensaciones cambiarán, pero de momento están muy presentes.