Thursday, August 14, 2008

Deliciosos domingos con mi Tia Alicia







Recuerdo aquella vieja y enorme casa de La Víbora, con su gran patio, rejas negras, puntales altos, a pocos pasos de la Loma del Mazo.

En el jardín, mi tío Enrique -una persona llena de dulzura y buen humor- tenía gallinas, conejos, un impertinente gato negro y flaco, y jaulas de pollitos recién nacidos, de esos muy amarillos y peludos.

A veces me pasaba allí los domingos, y guardo la visión de mi tía Alicia (la hermana mayor de mi madre y una persona vital en mi niñez, de quien heredé mi curiosidad por todo en la vida) haciendo unas maravillosas frituras de puré de papas, las que freía con enorme cuidado, y eran como mágicos globos dorados.

Circunsferencias llena de aire y con sabor a mantequilla fresca y papas recién majadas. Mientras las freía –y me explicaba el secreto de la buena cocina, de la que era una experta- las ponía en un colador, y yo las devoraba una a una, con impaciencia de niña flaca y a la vez golosa, todavía hirvientes, echando humo…

¡Humo como aquel que siempre aparecía en los muñequitos de la TV, saliendo de recién horneados pasteles de manzana, que se colocaban a enfriar en el quicio de las ventanas!

Humo que me abría el apetito –¡alas!- y era como un divino Flautista de Hamelín en aquellas felices tardes habaneras.