Friday, December 12, 2008

Despertares en las Dominicas Americanas




Mis 10 años en el colegio Dominicas Americanas en La Habana fue una parte muy linda de mi vida.

El colegio -llamado oficialmente American Dominican Academy, de monjas Dominicas que tenían su Casa Madre en Philadelphia- ocupaba gran parte de una manzana en el Vedado, justo al fondo del Teatro Auditorium (ahora se llama Amadeo Roldán) en un edificio antiguo blanco y precioso, de dos pisos, con unos enormes patios centrales y jardines llenos de recovecos, enormes árboles y plantas tropicales. También tenía una linda capilla --y largas arcadas de puntales altos, preciosas, y para mi especialmente fascinantes pues tenían varias maquinitas modernísimas, donde depositar monedas y automáticamente comprar paqueticos de galleticas y chocolates y dulces -¡las primeras 'vending machines' que vi en mi vida!

Era un colegio que aunque era americano, era también muy 'cubano', muy del Vedado...Muy fácil., nada pesado, nada rígido y con excelente enseñanza...En las mañanas aprendiamos en español y en las tardes en inglés, siendo las maestras cubanas y las monjas americanas. Y eso de llamarlo un "convent school" -como hacen en Estados Unidos las personas que hablan de sus elegantes crianzas- es en realidad una frase tan snob --aunque en realidad, las Dominicas era un "convent school", católico y solo de niñas, aunque como era americano, las monjas eran muy modernas, liberales y divertidas.

Yo adoraba mi colegio y fuí muy feliz en él. Y entre mil recuerdos divinos, me viene a la memoria un año en especial, porque resultó muy revelador. Fue cuando en cuarto grado -por lo que pienso tendríamos más o menos 9 o 10 años- tuvimos una clase que estaba en un cuarto enorme, construido en la azotea del edificio -- y la tendedera de la ropa de las monjas estaba justo al lado de la clase. ¡Y a todas las niñas nos divirtió mucho descubrir que debajo de sus hábitos largos tradicionales blancos y negros, y sus tocados almidonados como cartón, que les aprisionaban la cara con crueldad y les ocultaban el pelo, las monjas eran mujeres 'normales' que usaban ajustadores, refajos y ropa interior como todo el mundo, la que veiamos toda colgada en la tendedera!

Aquello fue como mostrar a las alumnas la vulnerabilidad de las monjas. Casi una visión prohibida de su mundo secreto --el que para mí siempre estaba lleno de misterios y preguntas.

Igual que recuerdo -¡como toda una Revolución!- cuando el hermano de Sister Louis, la muy alta y 'atemorizante' directora- un cura llamado Father Michael, quien era bello, joven y super sexy- venía a visitar el colegio desde EEUU todos los años y se hospedaba allí. ¡Y lo veiamos en jeans y sin camisa, tomando el sol en la azotea como un americano de cine!...Y siempre sonriente y con aire a lo Errol Flynn rubio, nos saludaba y flirteaba con todas las niñas (entre ellas mis todavía buenas amigas Lilliam y Gladys) las que estabamos alborotadas -y aquello era algo tan 'daring' y tan divertido. Creo que Father Michael fue el primer hombre que me gustó. El primer hombre 'prohibido' que me intrigó.

¿Y saben una cosa? En aquella inocencia había una carga mucho más intensa y voluptuosa de erotismo que en nada que fuera obvio o 'fuerte'...Era un despertar a la sexualidad a pequeños bocados. Algo delicioso, levantando el velo que lo tapaba todo poco a poco...Yo lo encontraba maravilloso -y creo que mi generación siempre fue muy sensual. Y después, en el exilio y a lo largo de la vida, he visto que mis amigas y yo -a pesar de haber sido criadas muy tradicionalmente, en el famoso 'convent school' -nunca fuímos mojigatas, ni mujeres reprimidas. Sino todo lo contrario.