Monday, December 29, 2008

Navidades en New York





¡No debo ser tan poco agradecida y olvidar mi querida ciudad de New York a la hora de recordar las Navidades!

Es una época maravillosa en esta ciudad donde he vivido mucho más años de los que viví en mi querida La Habana. He vivido incluso en el mismo apartamento 33 años --¡muchos más de los que viví en mi ciudad natal! Y esto todavía me parece algo surrealista y muestra de que no me gusta que cambien las cosas.

Y debo decirles que fue en New York donde -poco a poco. volví a sentir una nueva alegría navideña (¡aunque nunca con el entusiasmo e inocencia que sentía en Cuba!) ---y una vez más le debo estos recuerdos a mi madre, quien aquí recuperó su amor por las Navidades ---y después al nacimiento de mi hija.

New York, con sus bellas decoraciones de Navidad, sus luces, su árbol gigante en Rockefeller Center y su luminosidad multicolor es preciosa a partir de finales de Noviembre, cuando comienza a celebrar la Navidad y las tiendas abren todas las noches y la gente camina con más firmeza, también llenas de bolsas y paquetes. Y si nieva y hay mucho frío ¡mejor aún!---Un ambiente como en las películas...¡Unico!...Y todo esto marca el estado de ánimo y nos alegra mucho interiormente, aun sin darnos cuenta.

Para mi -durante muchos años -especialmente mientras mis padres estuvieron vivos- la Navidad neoyorquina es el momento de dar en mi casa una gran y deliciosa comida de Nochebuena 'a la cubana' con familiares y amigos. De poner un arbolito natural enorme y precioso con adornos en rosa, plata y oro que hemos ido acumulando a través de 33 años (¡arbolito que desde que mi hija era pequeñita, MC y yo lo decoramos mientras oímos música de Navidad de Andy Williams!) ---además de poner sobre una mesa el Nacimiento con figuras que a través de los años hemos ido comprando en los quioscos de Navidad (una experiencia que varias veces hemos disfrutado) en la Plaza Mayor de Madrid. Para ese arbolito hace muchos años mami nos hizo lazos y unas bolas de cristal transparente que adornó con flores --y ahora son mis mejores 'reliquias' de su entusiasmo, porque recuerdo que se ofreció a hacerlas y le quedaron preciosas. Cuando murió papi compramos una bola victoriana, que es una pequeña figura de Santa Claus --¡la que se le parece mucho y ahí lo tenemos colgado del árbol! A mami todavía no le hemos encontrado su adorno, pero siempre me gusta ver la muñequita de madera que mi amiga Viviane me compró en un mercado de Navidad de Viena --y las de porcelana antigua con borlas de seda que me regaló Panchito Plá. Son cosas pequeñas, sin gran importancia, pero que le dan al árbol 'historia' y recuerdos. Ý algún día pasarán a mi hija y 'su' árbol de Navidad.

Es que crear tradiciones para ella ha sido lo que tanto yo como mis padres hemos querido hacer e estas fechas. Y lo hemos conseguido.

Mi hija es una pura cubana en cuestiones de Navidad. Con su toque español y su toque americano, pero cubanísima. Le encanta la comida cubana, los frijoles negros y el arroz, la yuca --y ver como preparo año tras año la bandeja de turrones colocados (en una fuente de cristal con motivos navideños regalo de mi inolvidable amigo Alberto) en trozos rectos formando como un círculo ¡tal como hacía mi madre en Cuba! Turrones que a veces ni se comen, pero que no pueden faltar a la hora de los postres y a veces incluso los compramos en España si estamos por allí los días antes de Nochebuena. Lo mismo con el mantel, la vajilla de Spode de Navidad (que nos regaló Chuchú y hemos ido aumentando año tras año), las fuentes de servir de cristal rojo que solo uso en esas fiestas. Todo lo preparamos con cuidado, con tiempo y esa noche de Nochebuena la casa se ve preciosa -y el olor a ajo y a naranja agria y a mojo es el imprescindible toque final. Una vez mi amigo Roy me dijo al entrar que mi casa 'olía a fiesta y a familia'....y aquello me encantó viniendo de un americano 'wasp' que la pasaba divino entre nosotros. El año pasado mami acababa de morir unos dias antes -el 17- y no tuvimos ni arbolito ni Nochebuena, pero este año celebramos con la familia de Steve, el marido de mi hija --y poco a poco va regresando el espíritu que mami adoraba.

Los regalos también son tradición. MC compra papeles de Navidad -con un color y un estilo distinto cada año, todo muy 'stylish'- y cuando ya el árbol está listo, una noche va a mi casa y pasa horas envolviendo con lazos y adornos preciosos los muchos regalos que nos gusta hacer. ¡Mientras más regalos mejor! Igual que cocina un flan de sueño, hace una tortilla de patatas a la española que es la mejor que probado, y trabaja tanto como antes trabajábamos mi madre y yo en esas fechas --¡en que nadie puede ayudarnos y quitarnos ese placer!

Igual que cuando mi padre vivía y MC era pequeñita --¡nunca olvidaré verlo llegar a casa a las 5am cargando bolsas y jabas de regalos de la niña que guardábamos en su casa! regalos que a veces le tomaban hacer 2 o 3 viajes caminando esa cuadra que separaba su apartamento del nuestro --y muchos de los cuales él había comprado, siguiendo paso a paso la enorme lista de cosas (¡todas las muñecas Barbie del universo!) que la niña le había pedido a Santa Claus...Papi adoraba a esa nieta suya --y entre él y mami le dieron el mejor regalo del mundo: haber conocido el amor y el cuidado de dos abuelos maravillosos que la quisieron con locura.

Sí, las Navidades en New York también han sido inolvidables y muy cálidas. Diferentes a las de Cuba --pero también llenas del cariño de mi familia y mis buenos amigos. ¡Y eso vale tanto!