Friday, April 18, 2008

Cuba siempre, y a todas horas


Otro capitulo de la nueva version de mi libro Recuerdos Compartidos -publicado originalmente por Ed. Playor en Madrid en 1985- que saldra a finales del 2008.

Cuba, siempre y a todas horas
La obsesión de hablar de Cuba mañana, tarde y noche


En Cuba había una alegría especial en el aire, algo que parecía flotar por encima de nuestras cabezas de manera pegajosa, y a todos nos tocaba –y para siempre nos marcaba- aunque cuando vivíamos allí no teníamos la menor idea de que este fenómeno estaba sucediendo. .

Esta alegría, que más bien podría llamarse ‘energía’, se iba desarrollando en todos los cubanos a medida que crecíamos. Y se notaba en las guaguas, en las calles de La Habana Vieja, en la que paseaba por el Prado, en las cercanías del Malecón, en la loma de la Universidad -y en el ir y venir de todos los que la habitábamos, y que en aquellos momentos de despreocupación la disfrutamos, completamente inconscientes de su magia.

En Cuba –y creo que cada cubano tiene su propia descripción- había un ritmo oculto, una exhuberancia que no podíamos controlar ni aun queriendo y que vivía dentro de nosotros, como un motor que cada cubano posee y alimenta.

Y quizá debido a todo lo anterior, que vive dentro de mí intacto, es muy curioso que de Cuba -después de más de 41 años de ausencia- recuerde absolutamente todo.

Imágenes, momentos, sensaciones, sabores y especialmente sus olores, como el olor a maní de la Fábrica de Aceite El Cocinero, al lado del Puente de Pote. El olor a lluvia cuando se sentía llegar, envuelta en el aire pegajoso del verano. El olor a cereza, a limón y a anís de los granizados que diariamente comíamos, en contra de los consejos de mi madre. El olor al salitre de la playa cuando se secaba en mi piel. Mi ingenua voluptuosidad infantil. La arena, el sol de la playa, los olores a paseos campestres.

Muy en especial recuerdo como algo que me llegaba muy hondo y se me metía en el cuerpo el olor de la tierra colorada del campo cubano mojada por la lluvia. Y la extraña combinación que este olor, tan elemental, causaba con el calor, que lo convertía en una extraña humedad, cálida y casi transparente.

Pedazos del pasado que llegan a mi memoria con tanta facilidad que me asombran y que me hacen feliz, llenándome de la esencia de Cuba, en los momentos más inesperados. A medida que pasa el tiempo -tal como siempre me habían dicho ocurre cuando van pasando los años- el pasado se hace más nítido, más literalmente genuino -y más delicioso en su exactitud. Y así puedo definir con total claridad todos los elementos que fueron parte de mi vida por 19 años -y lo afortunada que soy de haber nacido en el Trópico!